lunes, 13 de diciembre de 2010

Alrededor de un desafuero


 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
abril / 2005

 

¡Ay hombres sin verdad, falso el más fuerte!
¡Mal haya, amén, quien de vosotros fía!

 

En el seno de la clase política mexicana hay muchos personajes sui géneris, dentro de ellos hay algunos que son especiales, pero los hay también súper especiales, uno de estos es Manuel Camacho Solís.  Cuando había operado la consolidación del fraude electoral, que favoreció a Carlos Salinas de Gortari en detrimento  de Cuauhtemoc Cárdenas y había fortalecido al usurpador, Manuel tenía sólo una preocupación: el número de gantes que irían al zócalo a escuchar al michoacano.  Confió a alguien que tenía el temor  de que dos millones de personas se reunieran y marcharan pacíficamente a Los Pinos ---Andrés Manuel reunió 150 mil el pasado 7 de abril.

En ese entonces le sacudía el polvo de los zapatos a su gran amigo Carlos.  Este, ya siendo presidente de la República lo designó regente del D.F., era su hombre de confianza.  Pasaron cinco años y todo marchaba requetebién, pero a la hora de nombrar sucesor Carlos prefirió a Colosio, y claro, Manuelito hizo su berrinche porque obviamente él quería ser el elegido.  En eso estaba cuando se levantó en armas en Chiapas el EZLN, y por qué no, si es su tierra, Manuel se ofreció como comisionado para arreglar el conflicto; no arregló nada pero se dedicó, con ese afán de protagonismo que lo caracteriza, a hacerle sombra a Colosio.  Cuando asesinaron a este último, se especuló mucho sobre su posible participación de Manuel en el complot para eliminarlo, cosa que no pasó de ser eso: meras especulaciones, pero no disimuló su complacencia pensando que había llegado la oportunidad anhelada, nada más que no contaba con Ernesto Zedillo y este fue finalmente el escogido.

Después desapareció por un tiempo de la escena política, pero cuando empezó a dar color nuevamente y formó, en compañía de su gran e incondicional seguidor Marcelo Ebrard, el Partido del Centro Democrático (PCD), de efímera existencia pues no pasó la prueba electoral.  Finalmente se refugió en el PRD, del cual ahora es diputado federal, y no será nada raro que algún día acabe en el PUP.  Ahora, irónicamente anda de corre ve y dile con López Obrador, nada menos ni nada más el que más odia  ---cuando menos así se hace notar--- a su antiguo ídolo: "el innombrable".  Había que verlo en la Cámara de Diputados el día que se desaforó a su ahora jefazo, andaba que no lo calentaba ni el sol.  Caras vemos corazones no sabemos. 

López Obrador no pasó la prueba de la democracia.  Si toda su vida política, dentro del PRI y luego en la oposición, se la pasó en la ilegalidad, su gran desafío estaba en presentar el día de su proceso de desafuero, primero en zócalo y después en la Cámara de Diputados, las pruebas jurídicas de su inocencia.  En lugar de ello, en el primer sitio el tabasqueño anunció que quería ser presidente de la República ---no candidato sino jefe de estado--- y dio el madruguete al anunciar la elección interna de su partido el 31 de julio para evitar que alguien le quite la nominación.  Y después, en el segundo sitio se dedicó a acusar con eufórico énfasis de facciosos al Presidente Fox y al Ministro Mariano Azuela.  Aquí se le olvidó que cuando nació el litigio por el cual se le desaforó finalmente todavía Azuela no era Presidente de la Suprema Corte.  Continuó, presentándose como una santa palomita, víctima de un complot para eliminarlo de la contienda electoral de 2006 y equiparándose con  Francisco Madero.  Antes, en el zócalo lo había hecho con Luther King, Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, aquí se le olvidó que esos personajes fueron victimas del poder y él ha abusado del poder.

En el mitin del zócalo dijo que se iba a la cárcel y que nadie fuera a pagar su fianza, porque desde ahí iba a dirigir su campaña y que el se iba auto-defender, no sé cómo le va hacer si hasta ahora no ha podido demostrar su cacareada inocencia.  Es notorio que se quiere presentar como un mártir, nada más falta que después se vaya a equiparar al mártir del calvario.

Algunos días antes del día del desafuero, hubo una campaña mediática de una ONG. denominada: "No nos vamos a dejar" ---presidida por Alejandro Encinas, Secretario de Gobierno del D.F., lo que constituye una violación a la ley, bueno pero ya sabemos que para esa pandilla la ley no existe---, a la que se le opuso otra denominada: "México Unido por la Paz".  Alguien comentó que ante las movilizaciones masivas que causaron cierto temor y se vislumbró afectación a la estabilidad económica, se revivió aquel lema  de campaña de 1994 de "yo voto por la paz" que le dio la victoria al PRI luego del alzamiento zapatista y del asesinato de Colosio.

AMLO está llevando a su partido hacia atrás, lo regresó a la época previa al nacimiento del PNR (1928) cuando la política la hacían los caudillos, no las instituciones, el quiere ser ---de hecho ya lo es--- el centro de todo, el amo y señor del PRD.  Esto ya se hizo notar abiertamente con la imposición de Cota Montaño en la presidencia del partido.  Para ello domeñó fácilmente a Jesús Ortega que desde hace mucho desea fervientemente ser presidente del PRD, organizó una farsa de elecciones internas, sacó de la manga a un candidato opositor (Salazar) ---incondicional suyo of course--- para que la hiciera de comparsa.  "Los Chuchos" y "Los Amalios" pasaron de ser, de protagonistas importantes que habían sido, a meros comparsas.  ¿Y  Cuauhtemoc Cárdenas?, bien gracias,  ya ni quien lo tome en cuenta y obviamente no concuerda con Andrés Manuel.  En suma, se acabó la democracia en el PRD, si es que la había.

El Instituto de Mercadotecnia y Opinión hizo una encuesta que reveló percepciones interesantes de la sociedad mexicana: el 58.8% de los encuestados votaría contra el desafuero, pero el 60.3% no participaría de ninguna manera en las movilizaciones pacíficas y el 35.5% lo haría si fuera en su ciudad.  Así mismo el 36.5% señaló a López Obrador como responsable del desafuero, 33.3% votaría por el PAN en caso de que el PRD, como declaró San Pablo (Gómez), no participaría en el 2006.  Esto último obviamente no pasa de ser una declaración visceral como las que acostumbra.

La verdad es que López Obrador ha ocultado las verdaderas razones de sus movilizaciones sociales.  En agosto llenó el zócalo con acarreos políticos para esconder la corrupción de sus principales colaboradores: su aperador René Bejarano, su financiero Gustavo Ponce, su paniguado Carlos Imaz, su delegado Octavio Gómez y otros involucrados en el caso Ahumada.  Por cierto es que Andrés Manuel se declaró ignorante de todo ese teje y maneje de sus cercanos colaboradores y se declaró victima de un complot, asumiendo una actitud totalmente incongruente y contradictoria a con sus propias declaraciones.  Por un lado acusaba a Marta Sahagún, al Presidente Fox y al Carlos Salinas "el innombrable", atribuyéndoles no se cuantas confabulaciones y asegurando que él se enteraba de todo, que no había secretos para él; y por otro lado se decía ignorante de los cochupos de sus cercanos colaboradores ¿en que quedamos por fin?  Si alguien se tragó la inocente posición del Peje, allá él, que Dios lo tenga en su santo seno.

Cotidianamente, en su show mañanero, en el que los medios le hacen el juego, López Obrador se presenta como una blanca paloma, libre de culpa, pero no ha podido o querido demostrar por las vías legales su inocencia.

Los llamados intelectuales y analistas políticos ---que ahora proliferan---  han sido llevados al barranco.  El historiador Lorenzo Meyer de ha reunido con empresarios para defender a López Obrador, pero ha sido severamente cuestionado por la manipulación de hechos.  Así le pasó en Mérida y en Puebla.  La escritora Elena Poniatowska anda en las mismas, ya no es una intelectual distante del poder sino que es ---como Carlos Fuentes en tiempos de Echeverría--- una intelectual al servicio del Príncipe.  Otros intelectuales como Leonardo Curzio y José Antonio Crespo, hacen sus análisis con un marcado odio, cuando hablan de Fox y del PAN hasta los ojos se les desorbitan.  Estamos de acuerdo de que todo ser humano tiene su corazoncito y tiene derecho a tener sus preferencias, pero cuando están desarrollando un análisis político deben de hacerlo dentro de un plano de imparcialidad, su ética profesional los obliga a ello.  Los conductores y aspirantes a analistas-politólogos Javier Solórzano y Carmen Ariztegui andan por el estilo y no cantan mal las rancheras.  Recientemente, en el programa televisivo "Primer Plano" de Canal Once, Curzio y Crespo expresaron: "En un país en que no se respeta la ley cómo pueden aplicársela a López Obrador", cuestión inaudita y más viniendo de gente supuestamente pensante, sigamos pues siendo un país de salvajes, me gustaría preguntarles ¿cuándo consideran que sea apropiado hacerlo por primera vez?  Mejor ahí la dejo, "este es el juego de Juan Pirulero y que cada quien haga su juego".

 

 

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