jueves, 16 de diciembre de 2010

Amenaza nuclear

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
marzo / 2005

 

Como fuego, que quema una selva,
y como llama que abraza los montes

 

 

Como a cualquier niño, a Saúl Villa le gustaba jugar a la guerra y organizar batallas con sus soldados de juguete, sin embargo, en plena época de la crisis de los misiles cubanos, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos estuvieron a punto de abrir las puertas del infierno, comprendió, con apenas cinco años de edad, que las nuevas guerras eran una especie de partida de poker, amparadas por los arsenales nucleares, y donde el ganador era aquel que no pestañeaba en los encontronazos de palabras.

Aunque nacido en la década posterior a los baby boomers, el hoy grabador, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, ha plasmado en una serie de ocho obras en aguafuerte, sus más oscuros temores infantiles sobre lo que representó para los civiles, ajenos a la política y a la carrera armamentista, la posibilidad de desaparecer junto con el planeta entero, en un lapso no mayor de 35 minutos.

La exposición a la que el artista ha titulado : Prueba de los efectos de la explosión de un mecanismo nuclear en una casa, se está presentando, a partir del sábado 5 de marzo, en el Museo Nacional de la Estampa, ubicado en Avenida Hidalgo 39, Plaza de la Santa Veracruz, Centro Histórico de la ciudad de México.

Al recordarle al grabador las recientes declaraciones de los altos mandos de la CIA, quienes afirman que hay más de 60 bombas atómicas de maleta que se han extraviado de los arsenales rusos, Villa sonríe con ironía y afirma que el peligro nuclear nunca a dejado de estar latente, porque aún cuando los gobiernos hubiesen firmado tratados y la apertura de la Unión Soviética acabara con lo más ácido de la guerra fría, los dedos de los militares siempre han acariciado sus respectivos botones, preparados para hacer renacer el terror.

"Esas bombas atómicas de maleta representan hoy una amenaza mayor a causa del terrorismo.  Esperemos que nunca suceda un incidente de tal magnitud que cambie para siempre la percepción de paz en todo el planeta".

En la serie a la que el artista llama: "el proyecto de la guerra", puede apreciarse, en secuencia, cómo una tranquila casa que exhibe una chimenea y un céntrico portón, comienza a fragmentarse a causa de una energía inaudita que surge desde sus cimientos.

En pocas palabras, aquel hogar de ensueño que debería representar el refugio (al menos psicológico) para resguardar a los habitantes de todos los males del mudo, se convierte en el detonador mismo de la destrucción.

Ante las múltiples lecturas que surgen de tal metáfora, Saúl Villa considera que es ahí donde precisamente está el valor del arte, en crear un fenómeno empático que a través del público alcance diversos filtros y por ende significados.

"En esta serie hay mucho de la guerra, pero esa explosión descomunal a causa de la división de un átomo, puede interpretarse también como una metáfora del poder, de la naturaleza humana, etc.  Mi deseo es que el público descubra también el lado plástico de las obras, y de cómo un manchón que asemeja luz, puede adquirir significado al relacionarlo con el mundo nuclear".

Y agrega: "Aunque conformada por ocho grabados, la serie está dividida en cuatro etapas que abarcan la destrucción de la casa, los bunkers antiatómicos de los años 60, en las pruebas nucleares de los países desarrollados, y por último vistas de paisajes donde el público podrá descubrir francotiradores que la vuelven amenazante.  Lamentablemente todo esto representa la realidad del mudo, y como artista uno tiene la responsabilidad de plasmarlo".

 

 

 

 



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