martes, 14 de diciembre de 2010

Capacidad de dialogar


Enrique Galván-Duque Tamborrel
junio / 2005

 

 

Vean a sus hijos adolescentes en el teléfono, lo importante es la comunicación, estar enlazado, no tanto el contenido. La comunicación en el matrimonio es difícil pues batallamos mucho para escuchar. Es el reto de los esposos. Alguien decía que cuando Dios nos hizo, nos hizo con 2 orejas y 1 boca, porque escuchar es doblemente más importante y difícil. No escuchamos.

Cuenta la historia del señor que empezó a pensar que su esposa se estaba volviendo sorda. Llega a su casa por a puerta de atrás y dice "¿Anita me escuchas?" Se acerca más y dice "¿Anita me escuchas?" Se voltea entonces Anita y le contesta: "¡Ya van 3 veces que te digo que sí!"

La comunicación es un ejercicio de escucha y se escucha no tanto con la oreja, sino con el corazón. Para poder escuchar a una persona, uno debe pensar que lo que una persona debe decirme es más importante de lo que tengo en mi cabeza.

Para escuchar hay que sacrificarse, para poner atención, para tener empatía, uno tiene que prescindir de uno mismo. Por eso no escuchamos y se dificulta la comunicación.

La comunicación es difícil porque no hay tiempo. Les quiere compartir la reflexión intitulada "La triste esposa de un marido modelo". A las parejas cuando se casan les recomiendo dedicarse una noche a cenar solos para darse tiempo. El negocio más importante que tienen es su matrimonio del que depende su familia. Si esto no funciona, los hijos no funcionan y si la familia no funciona, uno no funciona. Vale la pena invertir ese tiempo.

Otro problema de la comunicación es no saber decir las cosas. Hay un artículo genial, que es como la versión del Vaticano para poder criticar para que lo hagan a gusto, es de un autor que ofrece reglas sobre cómo criticar:


a) No tiene derecho a criticar el que no alaba habitualmente.

 

Un padre que nunca alaba lo que hace bien su hijo, que derecho tiene a regañarlo. El que siempre está dispuesto a la alabanza y se ve obligado a criticar, entonces se puede. Si sólo buscas el punto negro en la pared, si sólo criticas negativamente a los demás pierdes tu derecho de criticar. Analizar si soy constructivo, positivo, resalto los logros, sé alabar.


b) No se debe criticar nada que no se ame.

 

Criticamos a los gobernantes y a la Iglesia, al hijo y al esposo, cuanto más les demostremos nuestro amor. La critica del enemigo no crea ni aporta nada. Antes de hacer la crítica pregúntate si ésta nace del amor o de la amargura. Si nace de la amargura no la hagas, no sirve para nada.


c) Cuando se critica lo que se ama, se critica con amor.

 

Con tanta delicadeza como la que se usa para curar una herida. Puede haber un desahogo del que critica. El que critica con saña, solo irrita. El que no ama, no tiene derecho a criticar. Esta es la falta más común. No es lo que se dice, sino la forma de decirlo. Se pueden decir las verdades más dolorosas, pero con delicadeza se acogen y hacen un bien. Cuando se dicen las cosas con sarcasmo, amargamente, con ganas de ofender y herir, estás perdiendo el tiempo, te estás desahogando, pero no estás construyendo.


d) Nunca debes formular una crítica sin que antes el propio crítico se haya preguntado por la parte de responsabilidad que se tiene en lo que se critica.

 

Compartir nuestro error también en lo que criticamos. Cómo regañar a un hijo que llega tarde a casa, sin ver que tal vez la convivencia en casa no es agradable. El criticado entenderá mejor su error, no será una agresión.






 


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