domingo, 12 de diciembre de 2010

Desarrollo regional

 
Planteamientos para la formulación de un proyecto en ciencias sociales sobre la región del istmo de tehuantepec

Enrique Galván-Duque Tamborrel
agosto / 2005

Zona estratégica y espacio de enlace entre dos mares, el Istmo de Tehuantepec ha sido objeto, a lo largo de su historia, de múltiples proyectos de organización. Como territorio, ha sido objeto de diversas formas o modos de regulación sociopolítica, que han influido sobre su figura espacial y su organización social. Desde nuestra perspectiva, es necesario apelar al conocimiento geográfico para apreciar de modo más preciso la especificidad histórica de cada una de las formas de organización territorial que han sido diseñadas para aprovechar las posibilidades que ofrece el Istmo. El proyecto de investigación que estamos construyendo en torno a la problemática actual del Istmo postula precisamente a la identificación de las diversas estrategias de aprovechamiento del territorio que ha habido en el curso del tiempo, como la clave que permitiría un trabajo de indagación colectiva en la región.

El Istmo, por naturaleza, constituye un lugar de paso: un estrechamiento o faja de tierra que enlaza a través del mar universos mucho más amplios. Si adoptamos una perspectiva geográfica que modelice las relaciones territoriales que se construyen en el istmo, cabe reducir la complejidad espacial a tres modalidades: la línea que, a través del estrecho, une a ambos litorales; los puntos que se sitúan en los extremos de la línea y constituyen nudos estratégicos; y el espacio (o región interna) que se encuentra entre esos dos puntos y cuyo ámbito es atravesado por esa línea. En el curso del tiempo, estas modalidades han sido alternativamente privilegiadas por los proyectos públicos y privados de desarrollo, sea que se priorizara la línea (ferrocarril, carretera, canal), los puntos (puertos marítimos), o espacios internos (sub-regiones del Istmo). Cuando las fuerzas externas a la región poseen mayor fuerza, son los puntos (los puertos) y la línea que los une los que reciben más atención. Por el contrario, cuando los puntos se debilitan, son las fuerzas internas (la región y sus agentes) los que adquieren fuerza y configuran con mayor vigor a su espacio.

El Istmo siempre ha dado origen a preocupaciones por la soberanía, la capacidad de control o determinación  de lo que ocurre en sus inmediaciones. La línea constituye una fuerza desterritorializadora: los agentes externos que la promueven, pueden actuar en contra de los intereses locales, y desatar procesos de fragmentación y segregación. Como se sabe, en el curso de su historia el Istmo ha sido un territorio codiciado por las fuerzas no locales que buscan contar con vías de paso a sus intereses globales. En este sentido, ha sido objeto de múltiples proyectos de control adversos a las fuerzas locales. Después de su derrota en 1848, México tuvo necesidad de reconocer, escribió Jean Revel Mouroz, a Estados Unidos el derecho de construir un ferrocarril en el Istmo de Tehuantepec y de hacer transitar por ahí tropas y armas en todo momento. Los políticos norteamericanos, expusieron sus puntos de vista acerca del papel estratégico del istmo:

Todo istmo es tanto más importante cuanto menor es su lejanía de los estados Unidos. Un canal en Tehuantepec, seria una prolongación del Mississippi y haría del Golfo un gran lago americano.

Porfirio Díaz, sigue diciendo Mouroz, decidió tomar la delantera a toda iniciativa de este genero, recurriendo a las compañías privadas norteamericanas, y otorgo la concesión del ferrocarril del Istmo, sucesivamente, a seis empresas entre 1878 y 1893. La línea fue terminada en 1894, pero no era eficaz porque carecía de verdaderos puertos en sus dos extremos. Una compañía inglesa con fuertes intereses en la explotación petrolera, dirigida por Wheetman Pearson, se encargó de construir los muelles necesarios y los puertos y de explotar la línea. Durante algunos años, la línea y los puntos preponderaron sobre la región. Los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos vivieron un tiempo de intensa actividad conectando el trafico de mercancías entre la costa este de los Estados Unidos y la cuenca del Pacífico oriental. De manera contingente, la línea del ferrocarril transístmico propició la llegada de múltiples compañías extranjeras que buscaban adueñarse de las tierras atravesadas en vista de un posible desarrollo de una agricultura de plantación comerciable a lo largo de la vía férrea . Sin embargo, estas esperanzas se vieron frustradas: a las dificultades que oponía el mantenimiento en buen estado de las instalaciones portuarias, se sumó la apertura del canal de Panamá en 1914, la inseguridad ligada a la revolución y el desinterés de los gobiernos posrevolucionarios por renovar las instalaciones ferroviarias.

Los intereses de la burocracia política y los grupos empresariales sobre la región volvieron a poseer significación muchos años después, cuando una nueva fase de desarrollo de las infraestructuras de comunicación y de auge de los precios de las materias primas le devolvieron importancia a dos recursos estratégicos del Istmo: el petróleo y la tierra agrícola. Hasta mediados de los años ochenta, el desarrollo regional siguió modalidades que, considerando las formas de intervención del Estado y su impacto sobre la construcción de espacios y territorios en la región, se podrían caracterizar como un modelo vertical de regulación socioeconómica y puntual (o nodal) de organización territorial: el Estado enfocaba sus intervenciones, a través de un número limitado de mediadores (principalmente, en la vertiente veracruzana del Istmo, la burocracia y el sector paraestatal – PEMEX, la CNA, la Comisión del Papaloapan -, el sindicato petrolero y los grandes ganaderos representados por la Unión Regional Ganadera del Sur de Veracruz), a nivel de un número igualmente limitado de polos de desarrollo (corredor industrial Coatzacoalcos-Minatitlán, puerto de Salina Cruz principalmente, el valle del Uxpanapa en el medio rural).

En el curso de los últimos quince años sin embargo, la contracción del Estado, la privatización o la disolución de numerosas instituciones públicas o paraestatales de desarrollo, así como la apertura del juego político a nivel nacional, han inducido profundas alteraciones a este modelo. Por una parte, el debilitamiento de los grupos corporativos que regulaban el sistema político regional (SNTPRM, UNGRSV), la implementación de las políticas de descentralización y el desarrollo concomitante de nuevos grupos de poder (profesionistas, comerciantes, empresarios agropecuarios, grupos indígenas, movimientos ecologistas) postulan una recomposición de los sistemas de regulación sociopolítica, en el sentido de una organización reticular, más horizontal, que devuelve un papel rector a los territorios (municipios, micro-regiones) del Istmo. Por otra parte, las transformaciones del entorno macroeconómico (con la implementación de un macro-proyecto de comunicación transístmica, el desarrollo rápido y "explosivo" de las migraciones hacia Estados Unidos y la frontera norte, por mencionar tan sólo sus expresiones más relevantes) postulan una reestructuración de los espacios y territorios que había creado el modelo anterior.

Dentro de este contexto socioeconómico, el espacio istmeño tiende a recomponerse. A este respecto, dos posibles tendencias se dibujan: por un lado, la creación de un corredor de comunicación transístmico se puede traducir en un "efecto túnel" (modelo lineal), dinamizador de los puntos situados a las extremidades y sobre el eje de dicho corredor, pero cortado en lo fundamental de su entorno regional, particularmente rural; por otro, el nuevo papel de los municipios y los grupos de poder que a esta escala se consolidan puede dar lugar a la conformación de nuevos territorios, articulados en torno a redes sociales, económicas y políticas, y a efectos de sinergia sobre el desarrollo regional (modelo espacial). A este respecto, se debe de prestar una atención especial a las dinámicas que se generan en torno a los pequeños y medianos centros urbanos del hinterland (Acayucan, Matías Romero, Jesús Carranza, etc.) y a su desarrollo como centros dinamizadores o, a contrario, como refugios. Asimismo, la intervención de actores exteriores a la región (firmas transnacionales, instituciones internacionales, ONG) tendrá un impacto directo sobre estos procesos.

El proyecto de investigación que presentamos retoma, por un lado, los planteamientos expuestos acerca de las formas de organización espacial remanentes del modelo anterior o que se están gestando: devenir de los puntos nodales del modelo de regulación vertical (Corredor Coatzacoalcos-Minatitlán, puerto de Salina Cruz); condiciones e impacto de la creación de un eje de comunicación transoceánico (modelo lineal); condiciones y dinámica de la recomposición de los antiguos territorios y de la creación de nuevos (modelo espacial y reticular). Por otro, se enfoca hacia las formas de organización social, política y económica que surgen en el marco de un nuevo modelo de regulación, en el que se da a los  actores y corporaciones privados un papel rector. Dicho análisis puede centrarse en las dinámicas que se generan a nivel de pequeñas regiones del conjunto del Istmo (en su parte veracruzana, tres micro-regiones rurales están contempladas: la zona adyacente a la cuenca de extracción petrolera de Coatzacoalcos – municipios de Ixhuatlán y Moloacán; el municipio de Playa Vicente; y el municipio de reciente creación del Uxpanapa – antes distrito de drenaje del Uxpanapa). Asimismo, y de manera complementaria, se puede enfocar hacia grupos o redes de actores cuya influencia e intervención tienen un impacto a nivel del conjunto regional: redes empresariales de fomento de cultivos comerciales (plantaciones forestales, hortalizas, granos) o comerciales (como, por ejemplo, los comerciantes zapotecos que están presentes de un extremo al otro del Istmo); redes migratorias nacionales e internacionales; redes político-administrativas (como la asociación civil "Autoridades del Istmo de Tehuantepec", que acaban de crear una docena de alcaldes oaxaqueños y veracruzanos); movimientos indígenas; movimientos ecologistas. Un tercer enfoque, macro-regional, puede abarcar asimismo los cambios que se generan en la estructura territorial, a través de la conformación de redes territoriales (red de ciudades medianas por ejemplo) o a través de las dinámicas políticas que surgieren los comicios electorales.

 

 



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