domingo, 12 de diciembre de 2010

¡Feliz Año Nuevo! ¿En septiembre?


 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
septiembre / 2005

 

 

No, no me estoy adelantando a la época navideña para aparecer como un advenedizo que quiere usufructuar el tan ya llevado y traído materialismo de fin de año. Tampoco me he vuelto loco para estar esperando el próximo período vacacional de Navidades y fin de año. Lo que sucede es que en el hemisferio norte (y aquí pido disculpas para todos nuestros lectores de las latitudes boreales) septiembre es el inicio de las actividades escolares.

No es que exista una fecha única para iniciar las clases, pero las vacaciones por estas latitudes se suelen tomar en los meses de julio y agosto lo que nos da como resultado que en septiembre volvamos a nuestras actividades ordinarias. Bien sabemos que los italianos se vuelven locos durante mediados de agosto, en la así llamada feria de ferragosto, buscando salir de sus lugares de origen para escapar a las playas. España suele estar de fiesta continua durante los meses de julio y las noches se transforman en día por las luces, los bailes y la actividad nocturna que finaliza al alba. Sin embargo no deja de ser consolador el espectáculo de ver familias enteras que se dirigen a las playas con carreola incluida, salvavidas en forma de dinosaurio y la abuela y la tía al final del automóvil recordando las precauciones que se deben seguir antes de tomar el sol.

Al término de las vacaciones en los aeropuertos, estaciones de tren o de autobús y en las carreteras, vienen los embotellamientos de autos que regresan de la montaña y de la playa, las aglomeraciones de personas, los vuelos retrasados, las pérdidas de maletas, los taxistas que quieren subir los precios en forma desmesurada. Todo esto nos deja un cierto mal sabor de boca. Pero, ¿qué le vamos a hacer?  Es el precio que hay que pagar por haber pasado un buen período fuera de nuestra casa para procurarnos un poco de esparcimiento, de aire puro, de sol y descansar la mente el cuerpo, de forma que el espíritu se vigoriza y se prepara para afrontar el inicio de la batalla. No olvidemos que incluso el Papa, con todo el trabajo que tiene sobre sus espaldas, cada año toma sus vacaciones con estos mismos fines.

Pero... llegamos a nuestra casa y ¿qué sucede? Tenemos a nuestra disposición un nuevo año. Parece que el calendario nos hace una jugarreta y lo que supuestamente deberíamos hacer el primero de enero, lo hacemos en este período. Me explicaré enseguida. Si has descansado bien, el espíritu está listo para enfrentar nuevos retos. Es cierto: debemos forrar libros, comprar libretas nuevas, uniformes, hacer planes para organizar las tardes de los hijos con actividades recreativas o formativas: las clases de inglés, francés o la gimnasia olímpica; amigos a los que dejamos de ver desde el mes de junio. Tantas actividades que parecen succionar toda la energía que repusimos en vacaciones. Se comienza un nuevo año y si bien el calendario cívico nos indica que aún quedan 122 días para llegar al 31 de diciembre, nuestro espíritu queriéndolo o no, se prepara a enfrentar un ciclo diferente. Y no podemos dejar pasar desapercibida estas fechas, pues de lo contrario nos convertiremos en seres autómatas, guiados ciegamente por ciclos que sólo tienen un principio y un final. Al inicio de cada ciclo escolar nos encontramos con varios propósitos que queremos llevar a cabo. Ya instalados en lo que serán nuestras actividades ordinarias muy pronto comenzamos a escoger del menú de opciones, aquellas que nos apetecen más o que necesitamos con urgencia. Los propósitos no sólo se hacen el 31 de diciembre de cada año. También los solemos formular por estas fechas.

La verdadera vida cristiana no es la repetición de actos, más o menos parecidos, más o menos iguales, a lo largo de una vida que es más o menos monótona. ¡Qué desastre pensar de esta manera! La verdadera vida cristiana es, o debería de ser, la apasionante lucha por conquistarnos a nosotros mismos y ser más parecidos a Jesucristo para cumplir lo que Él quiere de nosotros. Conquistarnos a nosotros mismos para conocer más a Jesús, para ser más semejantes a Él y para transmitirlo al mayor número de personas. Y todo esto realizado en las así llamadas actividades ordinarias.

Yo aplaudo toda iniciativa positiva en bien de nosotros mismos y de los demás. Me parece estupendo que quieras comenzar esa dieta para adelgazar los kilos que se te pegaron en las playas. O que quieras comenzar aquel curso de computación que tanta ilusión te causa para hacer un uso más provechoso del Internet. Felicidades si te has decidido por el gimnasio, los entrenamientos de tenis o el karate para hacer más músculo. Bien por ti si quieres aprender un nuevo idioma o perfeccionar el que ya has aprendido. Pero, así como ya tienes planeadas nuevas actividades, nuevos retos, nuevas conquistas para tu vida profesional, deportiva o social ¿qué metas te propones para tu vida católica? ¿Qué paso adelante quieres dar para conocer más a Jesús, ahora que "comienza el nuevo año"? ¿Tienes pensado asistir a tus semejantes? ¿Qué me dices de enrolarte en algún club de voluntarios para ayudar a los más necesitados de la ciudad en la que vives?

Hoy puede comenzar para tí un "Año Nuevo". No es necesario esperar al primero de enero. Este año nuevo lo puedes iniciar ahora en septiembre. Todo depende de la ilusión que tengas por ser más cristiano, más amigo de Jesús.

 

 

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