martes, 14 de diciembre de 2010

Juan Pablo Magno


 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
abril / 2005

 

 

"Sus padres le llamaron Karol Józef Wojtyla; Él se llamó a sí mismo Juan Pablo II; nosotros lo aclamaremos y recordaremos siempre como Juan Pablo Magno".  Así rezaba una pancarta que portaban unos peregrinos mexicanos que viajaron expresamente a Roma para asistir a las exequias del Papa.  Cristianos (católicos y protestantes), musulmanes, budistas y judíos han frenaron la marcha del mundo para unirse en una única oración y pedirle a Dios que acoja al hombre más grande del siglo XX y que, sin duda, ha sido uno de los más queridos de toda la historia.

«¡No tengáis miedo!». Con esta frase comenzó su pontificado, esa fue su enseñanza a lo largo de estos 26 años y es precisamente este grito hecho vida, lo que ha hecho Magno a Juan Pablo II. No tuvo miedo de asumir el Papado a pesar de la difícil situación de la Iglesia en ese entonces. No tuvo miedo de enfrentarse a los grandes regímenes totalitarios para proclamar la libertad. No tuvo miedo de encararse con las primeras potencias que buscaban la guerra por intereses particulares. No tuvo miedo de romper protocolos, de salirse del programa, de traspasar barreras infranqueables creadas por siglos de discordia. No tuvo miedo de sufrir el dolor hasta la última punzada cardiaca. No tuvo miedo, en fin, de afrontar la muerte… pues siempre supo que es Dios el que juzga nuestra vida, no los hombres.

Hemos vivido días cargados de sentimientos y emociones… Sentimientos de tristeza porque jamás se volverá a ver su sonrisa o su mano saludando desde su ventana… Sentimientos de alegría al ver cómo todo el mundo lo queríamos de verdad. Todos, católicos, judíos, musulmanes… Todos. Me conmovió ver, a través de las muchas transmisiones televisivas ---que como nunca antes nos hicieron estar en el lugar mismo--- las calles de Roma y ver los letreros comerciales, que en lugar de mostrar una modelo con un celular, tienen una imagen del Papa con un "Addio Karol!" (¡Adiós Karol!) o "Grazie, Padre Santo!" (¡Gracias, Padre Santo!), Santo súbito (Santo de inmediato).

Pero es también una gran motivación, pues el gran río humano que lentamente ha fluido por San Pedro, desembocando delante de su cuerpo, es su último grito: "¡No tengáis miedo… Sí se puede cambiar el mundo!".

¿Quién dijo que los hombres jamás se pondrían de acuerdo? ¿Quién dijo que el hombre siempre buscaba sus intereses personales? ¿Quién dijo que Jesucristo ya no tenía lugar en la historia? Juan Pablo Magno dijo, escribió y gritó lo contrario, ha proclamado que Jesucristo es Dios y que el Amor es más fuerte… Jamás la humanidad lo olvidará.

 

 

 

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