miércoles, 15 de diciembre de 2010

La reelección legislativa y la calidad de nuestra democracia.


 

Enrique Galván-Duque Tamborrel

Febrero / 2005

 

 

"Es preferible la peor Cámara que la mejor camarilla"
Querien Vangal

 

 

No es ningún secreto que numerosos sectores de la población no se encuentran satisfechos con la nueva realidad política de México; diversas encuestas nos muestran que muchos no se sienten representados por sus legisladores e incluso algunos estiman que la democracia no solamente no ha traído consigo mejores condiciones de vida, sino que, por el contrario, ha dejado tras de sí una estela de ineficacia y parálisis de la que no se vislumbra, de momento, ninguna salida. El altísimo abstencionismo de las últimas elecciones es un buen ejemplo de esta percepción: la gente no acude a las urnas porque cree que su voto sirve para muy poco.

De esta manera, es necesario que nuestra democracia se traduzca en mayores niveles de bienestar; urge, pues, una democracia eficiente, responsable y de calidad.

Una de las posibles medidas para conseguir lo anterior sería otorgarle al ciudadano el derecho de juzgar a sus representantes y decidir no solamente si son aptos para ocupar ese puesto, sino también si, una vez detentándolo, merecen permanecer en él. Esto podría lograrse si se aprobara una reforma constitucional que permitiera la reelección inmediata de los legisladores.

La posibilidad de que los legisladores se reeligieran generaría que éstos se volvieran mucho más responsables, ya que tendrían incentivos a hacer un buen trabajo legislativo y de gestoría para que sus electores volvieran a votar por ellos en la siguiente elección. Quedarían atrás esos políticos que sólo aparecen en sus distritos en tiempos de campaña prometiendo el sol, la luna y las estrellas pero que, una vez en el escaño, obedecen ciegamente los lineamientos de la cúpula de su partido y se olvidan de su electorado. De hecho, de existir la posibilidad de la reelección, las campañas de los candidatos a diputados y senadores se basarían más en hechos que en promesas, y la presión del oponente y aspirante a ocupar el mismo cargo provocaría que el titular hiciera un trabajo mucho más eficiente.

Así, por increíble que parezca, tendríamos diputados y senadores con un permanente contacto con su base electoral. Esto ocasionaría que nuestro Congreso fuera mucho más profesional, ya que sus integrantes, fuera cual fuera su origen social, se especializarían mucho más en los temas públicos y en los problemas de sus distritos y comunidades al poder permanecer más de un período en las Cámaras. Se elevaría la calidad de nuestras leyes y habría muchas más probabilidades de acuerdos entre los miembros de los diferentes partidos al ampliar el horizonte temporal de los mismos y convertir sus interacciones en permanentes y de largo plazo.

Christlieb Ibarrola como presidente y legislador del PAN impulsaba la reelección de los legisladores con los siguientes argumentos: "La reelección de los miembros del Congreso que en México fue tradición constitucional iniciada en 1824, sólo fue rota en 1933 para quebrantar al Poder Legislativo en beneficio del Ejecutivo, sin que las tendencias políticas de la Revolución siquiera se hubieran enfilado hacia la no reelección de diputados y senadores. Este quebranto no sólo se buscó contra la institución del Congreso, sino también contra los hombres que lo integran..."

"La no reelección de los diputados y senadores, contraria a la teoría democrática, encierra una restricción a la libertad del voto, si se toma en cuenta que la reelección de los miembros del Congreso implica un refrendo popular a los representantes que tienen capacidad y espíritu de servicio. Un Congreso con núcleos de diputados y senadores enterados y capaces, no sólo no atenta contra la división de poderes, sino que es supuesto necesario para el equilibrio que el sistema requiere."

"La necesidad de legisladores experimentados resalta si recordamos que entre los argumentos más usuales para centralizar el poder en el Ejecutivo del Estado moderno, está el del carácter cada día más técnico de la legislación, que requiere el trabajo de especialistas con los que el legislativo rara vez cuenta, y menos contará, si sus miembros no tienen opción para hacer carrera parlamentaria. Si el Congreso no puede ver fructificar en la práctica el estudio y conocimiento de los problemas del país, por razón de la renovación constante de sus miembros, serán la institución misma del Poder Legislativo y el equilibrio entre los poderes los que habrán de sufrir merma… En México, difícilmente se formarán personalidades políticas parlamentarias en periodos breves, pues sólo hacen carrera política quienes, hayan o no sido legisladores, logran alcanzar un puesto prominente en la administración pública. De personalidades políticas parlamentarias –en bien de México- están urgidos todos los partidos…" (Christlieb, Crónicas de la No Reelección, "Las Razones de la Sinrazón", 1965).

Cierto es que hay aspectos que habría que revisar de una posible reforma reeleccionista. Pero cualquier problema que con la misma arribara no sería mayor que los que ahora existen precisamente por su ausencia.

El tema del juicio ciudadano mediante la reelección ha llegado para quedarse en la agenda política de México. Hay cada vez un clima de opinión más favorable hacia el mismo: hace algunas semanas nos enterábamos, precisamente, de la constitución de una asociación de académicos que, bajo el nombre de Red Mexicana por una Democracia de Calidad, pretende impulsar el tema. Esperemos que llegue a buen puerto para que nuestra vida política gane en eficiencia, eficacia y responsabilidad.

 

 

 

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