jueves, 16 de diciembre de 2010

La vedette y su público

 
Enrique Galván-Duque Tamborrel
febrero / 2005



Europa ha despuntado en forma formidable, pero grande y fuerte que sea económicamente el viejo continente, siempre pesará, igual o más, los Estados Unidos.  La economía de este país influirá en los mercados no sólo europeos sino en el mundo entero, por eso a todos preocupa su estabilidad.

Lo que parecía iba a ser una más que aburrida reunión del grupo G7 los últimos días en Londres, agravada además por la ausencia por enfermedad del secretario del Tesoro estadounidense John Snow, tuvo en Alan Greenspan, director del Fed, una vedette inesperada.

Greenspan habló y, como suele ser costumbre, los mercados escucharon y reaccionaron.

Greenspan dijo que el dólar quizás haya llegado al punto bajo álgido, y dio a entender que ya más no podía caer. La depreciación del billete estadounidense ha sido sostenida hasta ahora gracias a la reducción de los márgenes gananciales de los principales socios exportadores.

Desde febrero de 2002, los 30 principales socios comerciales han visto cómo sus monedas se revalorizaban el 16% con respecto al dólar, el 40% en el caso particular del euro. Estos exportadores no han aumentado los precios, con lo que los beneficios se han visto menguados hasta el límite, y de aquí Greenspan parece sugerir que ya no pasará. Hasta este punto, esta devaluación ha servido para ir corrigiendo el déficit por cuenta corriente estadounidense (casi el 6% del Producto Interno Bruto o unos 600,000 millones de dólares) en 2004.

La reacción de los mercados fue fulminante, y el dólar enseguida empezó a "subir" con respecto a las monedas de los principales socios comerciales; en el caso del euro, éste pasó de comprar 1.30 dólares por unidad a "solamente" 1.28 dólares. Cierto que nadie sabe cuánto durará esta tendencia o si ni siquiera cabe hablar de tendencia, pero no menos cierto es que Estados Unidos deberá, tarde o temprano, empezar a considerar a Europa como el museo que hasta hace poco fue.

De ser Europa un gigante económico pero políticamente enano, está pasando gracias a los pasos firmes hacia adelante del Tratado para una Constitución Europea, en un gigante político además de económico. Eso encierra una clave para las finanzas del Tío Sam: necesita la financiación de socios así de potentes para continuar financiando su deuda, razón añadida por la que Greenspan no puede hacer más que seguir subiendo la tasa de interés.

La subida de la semana pasada no es más que un paso en dicha dirección. Otro de los grandes socios comerciales estadounidenses, China, da señales contradictorias. Por un lado parece dispuesto a introducir este año una banda de fluctuación de su moneda (en la actualidad 8.28 yuanes por dólar), aunque por otro no dice cuándo.

Zu Xiachuan, gobernador del Banco Central de Pekín, parece dispuesto a iniciar una tímida reforma financiera que incentive el consumo interno. Los chinos ahorran mucho y gastan poco, y todo sugiere que los términos de esta ecuación habrán de empezar a invertirse poco a poco para así de paso reducir la dependencia china del sector exportador, verdadero mamut de su economía.

En fin, que si a esto añadimos las palabras de Greenspan al respecto de una "creciente voluntad política en Washington desde la reelección de Bush para afrontar el problema del déficit presupuestario, lo cual aliviaría la presión que tiene Estados Unidos para obtener dinero prestado en el extranjero" (Estados Unidos necesita del orden de 1,800 millones de dólares diarios para financiar su déficit por cuenta corriente), entenderá usted por qué cuando Greenspan habla los demás escuchan y reaccionan.

Ultimamente Greenspan es objetivo de duras críticas, y merecidas me atrevería a asegurar; no obstante, el banquero estadounidense sabe mejor que nadie cuál es su público.

 



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