jueves, 16 de diciembre de 2010

Muerte, ¿dónde está tu victoria?


Enrique Galván-Duque Tamborrel
marzo / 2005

 

Aun resuena en mi mente de mis aquellos,  ya muy lejanos, 17 años, la palabra ronca de un sacerdote ya mayor, añadiendo como coletilla a sus pláticas de ejercicios cuaresmales: "Mira que te has de morir. Mira que no sabes cuándo."

No obstante, se ha caído en una gran trampa, porque se ha predicado, presentado, explicado con sermones y charlas cuaresmales todo el contenido de la cuaresma, con su contenido de conversión, como objetivo principal, como lo nuclear, como lo principal, como lo esencial del misterio al cual la misma Cuaresma nos está preparando: la Resurrección de Jesucristo, al tercer día, de entre los muertos.

Y la Cuaresma nos ha preparado con horas extras, horas durante todos los días y aún antes de la Cuaresma, renovando y sacando a la luz un año más, todos los símbolos y gestos de un arrepentimiento y conversión vacíos de Jesucristo y llenos de nuestros sentimientos de un oscuro pesar, no sabemos de qué.

Acabada la Cuaresma, se acabó todo. Se acabó todo esfuerzo y todo proyecto de futuro de la renovación, de la conversión de nuestra vida.

El único proyecto era la Cuaresma, con todo su folclore, de procesiones de kilómetros, a recorrer en 16, 20 o más horas, pasos o carrozas con figuras de la Pasión de Jesucristo, penitentes y flagelantes, encaperuzados, nazarenos con cadenas o con cruces, costaleros, sangrándoles los hombros de pujar los pasos o carrozas.

¡Qué gran trampa! Porque lo importante no es la cuaresma, momento, etapa de preparación al Gran Misterio. El período de Cuaresma queda desproporcionado en su intensidad y vivencia. Lo importante, qué digo importante, lo fundamental, es la Resurrección del Hijo de Dios de entre los muertos.

"Muerte, ¿dónde está tu victoria? Muerte ¿dónde está tu aguijón?"

Se me va la imaginación por lo que conozco: Semana Santa de Andalucía, de Castilla, de Ixtapalapa, o de Taxco, aunque digan que es diferente.  Llega el Sábado Santo y todo se acabó.  Ya hemos acabado.  Los recuerdos de nuestros pecados, de nuestros arrepentimientos, quedan aparcados.  Ahora, a descansar de tantos trabajos extra, que hemos tenido en los cuarenta días y sobre todo de esa gran Semana, que la llamamos Santa, en la que nos volcamos y quedamos vacíos en cuerpo y mente para vivir el Gran Misterio al que todo ese periodo o etapa nos había preparado.  Todo se acabó, todo se acabó.  Llegamos al final. Adiós Resurrección, para la que nos estaba preparando.  Estamos cansados y hartos ya de tanto "trajín".

LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS DE ENTRE LOS MUERTOS... ya hablaremos más tarde, que ahora estamos cansados, agobiados, de procesiones, y todo lo demás de la Cuaresma. UHF! 40 días y más, trabajando y preparando para que todo salga bien. Las procesiones de "pasos" de imágenes preciosas, las bandas de música con ensayos y ensayos, los vía crucis procesionales con cruces penitenciales a los hombres y los cirios y los hachones, y los quinarios de dolor...

Para qué todo este esfuerzo, todo este tinglado de millones y millones, para que todo salga bien y se vea bonito, que esté bien, que guste y satisfaga a todos, por esa tendencia del ser humano, harto de tensiones, a descargarse de sus tensiones internas, de su culpabilidad, por cierto masoquismo de toda esta Cuaresma que hemos montado y que cada vez degenera en un gran espectáculo y un trajinar en las parroquias, preparando todo...

La Semana Santa ya se comercializó, nadie la entiende, todo es fiesta pagana, termina la fiesta y la humanidad sigue en lo mismo: asesinatos, secuestros, violaciones, asaltos, droga, guerra, etc., etc.  Pero aquello de: "Amaos los unos a los otros"; "Ama a tu prójimo como a ti mismo"; "No le hagas a nadie lo que no quieres para ti", el amor que Jesucristo predicó con el ejemplo, ¡Ah!, eso… eso es para los tarugos y dejados.

 

¡Por favor seres humanos….!

 

¡IMITEMOS A CRISTO!

 


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