jueves, 16 de diciembre de 2010

¿Qué se debe?


 Enrique Galván-Duque Tamborrel
marzo / 2005

 

 

 

 

No es que las cosas se hayan puesto mucho más caras; es que nuestros bolsillos andan mucho más depauperados. Y, al escuchar el precio de las cosas, uno siente cómo el tembleque le sube desde el bolsillo hasta el cerebro. Y el cerebro se queda pasmado y como de una pieza de hielo... « ¡Dios mío, cuánto cuesta vivir!», suele exclamar uno. Sobre todo si «uno» -o mejor, «una»- es ama de casa tirando del carrito de la compra, padre de familia ante el presupuesto doméstico o usuario frente a cualquier factura de teléfono, agua o chapucilla de fontanero.

Por eso no sé si nos quedaríamos infartados por la emoción o zapatearíamos de contento si, al formular el fatídico interrogante de « ¿Qué se debe?», nos respondiesen con un: «No se debe nada... Gratis, por ser para usted» « ¡¿que, qué?!», se diría uno ante tan inesperada y colosal noticia.

Bueno pues, en realidad, no haría falta preguntar. El mundo rebosa de cosas, sensaciones, placeres, premios, galardones y gratificaciones que son gratis, de balde, de oquis y por nuestra cara bonita. Como lo escuchan. Como lo escuchamos.

Lo que pasa es que pasa precisamente lo contrario: que no oímos. Nuestras materializadas orejas son incapaces de escuchar los maravillosos y seductores cantos de sirena de estos dones gratuitos que nos rodean.

Muchas veces nos comportamos, bobamente, como si lo que no tiene un precio no poseyese ningún valor, como si lo que es de balde fuese, consecuentemente, despreciable.

Pues... ¡Se acabó! Creo yo que hay que entrar a saco y a mansalva en este inmenso supermercado de dones gratuitos que es nuestra vida, la de todos, y salir cargadísimos de regalos; de todo eso que la existencia ofrece -y que es muchísimo- sin pedir un céntimo.

«Sírvanse ustedes mismos -nos dice el mundo-, que es gratis»: el sol y la lluvia, pasear, una carcajada, discutir, apretar una mano hermosa deformada por el artritismo y el trabajo, escuchar la cháchara tonta e ilusionada de los críos...

Es gratis jugar a las adivinanzas, intercambiar recuerdos, solucionar en una tertulia los problemas del tráfico de las ciudades.

Es gratis contemplar minuciosamente los árboles que bordean un camino y las matas de jara y tomillo que pueblan un monte.

Es gratis caminar tranquilamente por la playa recontando los restos, los hermosos guijarros y las inverosímiles conchas que ha dejado sobre la arena el naufragio cotidiano.

La soledad es gratuita y no totalmente horripilante. No siempre es pavoroso quedarse unos minutos, unas horas, unos días a solas y ahondar hasta las raíces de uno mismo para ver qué ha quedado atesorado en las entretelas del alma.

Los amigos son gratis, salvo esas veces que piden tabaco o dinero. La amistad es un esparcimiento, un esponjamiento del espíritu que está ahí, cada instante, para que recarguemos las baterías de la felicidad.

También el dolor es gratis y, aunque a primera lectura, suene a burrada, hay que aprovecharlo: del dolor salen el temple, la paciencia, la fortaleza, que son otros regalos de aquí te espero.

Es gratis sonreír, pedir que se haga justicia y opinar sobre la guerra y la paz. Es gratis escuchar la música de una noche tranquila, cuando los coches y los hijos se han ido a dormir. Y es gratis disfrutar de la percusión de un chaparrón sobre el asfalto bien arrebujaditos entre las mantas de nuestra cama.

Es gratis dejarse empapar por el olor a tierra mojada. Y es gratis, salvo que diga lo contrario un guardia forestal, rozar la hoja peluda y cálida de una higuera.

El inventario, obviamente, no es exhaustivo ni pretende serlo: es el que se me ha ocurrido en unos pocos minutos, harto ya de pagar, cuando el uso de la tarjeta de crédito se me ha puesto en la coronilla... Completar o cambiar esta lista de dones de balde también es gratis, para que vean... Lo único que hace falta es un poco de tiempo. Y no crean a pies juntillas eso que se dice tanto de que el tiempo es carísimo, «oro»: El tiempo es otro regalo que nos pusieron en las manos desde el principio de los tiempos.


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