martes, 14 de diciembre de 2010

'Satanizar la riqueza', viejo paradigma

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
junio / 2005

 

 

 

Está demostrado que la riqueza no produce felicidad, imaginemos entonces la pobreza. En el inconsciente colectivo de los pueblos, sobre todo latinoamericanos, existe el pensamiento heredado de que los ricos son malos y los pobres buenos, que los primeros se irán al infierno y los segundos al cielo, lo cual se interpreta como que debemos vivir en la miseria para alcanzar la salvación.

 

Esta mentalidad también se debe a 300 años de colonización, en la cual, el explotador, el rico de su tiempo logró amasar su fortuna a través del despojo y el robo y como paliativo, los misioneros nos ofrecieron la salvación eterna y el paraíso celestial a cambio del sufrimiento que nos infligían los comendadores, y en nuestras mentes se creó el paradigma: "La riqueza es mala y la pobreza buena".

 

La riqueza es en esencia la acumulación de bienes y la emulación de virtudes, sin embargo, se puede ser rico material, rico espiritual o ambas cosas, lo cual sería el ideal.

 

En el Colegio de Graduados en Alta Dirección, están convencidos de que el único camino que ha demostrado efectividad para erradicar la miseria de una nación es creando fuentes de riqueza, pero no riqueza concentrada en unas cuantas manos, como ha pasado con los sistemas Capitalistas polarizados en los extremos, sino de una prosperidad colectiva basada en la libertad individual, sin olvidar el concepto global de nación con una misión clara por realizar.

 

En estas circunstancias el dinero representa un logro transparente, pues refleja el resultado del esfuerzo, así por ejemplo, el médico que se dedica éticamente y con calidad a dar una consulta obtendrá, como resultado de su trabajo, el pago con una moneda que le permita intercambiarlo por otros bienes, como pueden ser ropa, alimentos, habitación, educación.

 

El ser humano honrado comprende que no puede consumir más de lo que ha producido, quien lo hace está cometiendo un fraude, a un banco, a una tarjeta de crédito, a una institución pública o privada; esta persona está robando el patrimonio de otros, a estas situaciones por ningún motivo se les puede llamar trabajo generador de riqueza, y si además estos seres corruptos cambian el dinero por moneda extranjera, su traición ya no tiene calificativo y menos aún si es el banco central de una nación quien emite moneda que no tenga como respaldo bienes o esfuerzos productivos reales, el propio gobierno se convierte entonces en el más grande de los defraudadores, pues ocasiona una crisis económica que se traduce en devaluación monetaria, inflación que arrebata a sus habitantes de los patrimonios legítimos que han logrado acumular a través del esfuerzo.

 

Tenemos que comprender que admirarse del auténtico triunfo es uno de los mayores dones que un ser humano le puede ofrecer a otro; cuando somos capaces de admirar el éxito ajeno, podemos estar ciertos que ya hemos identificado la ruta del éxito, lo cual nos permitirá aprender de los que ya lo lograron con más velocidad, y emular de esta forma a los que ya están en la cima.

 



 

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