domingo, 12 de diciembre de 2010

Una llama que no muere

 


La antorcha latina arde más que nunca en el pebetero de los Dodgers

Enrique Galván-Duque Tamborrel
septiembre / 2005

La contratación de Jackie Robinson no sólo puso un alto a la oprobiosa carrera racial que aún persiste en Estados Unidos, aunque menos vertiginosa. Ahora va al trote, pero ahí va.

Walter O'Malley se ganó un monumental aplauso y provocó un eco gigantesco de admiración en América Latina cuando Robinson puso su firma en aquel acuerdo histórico un 15 de abril de 1947.

Comenzaba una nueva era en el béisbol, con los Dodgers como vanguardia. Robinson irrumpió cuan grande fue en las Grandes Ligas. Fue la semilla que germinó e hizo brotar en América Latina un fanatismo casi religioso por los Dodgers, sobre todo en el seno de las familias menos favorecidas de la región.

Era la era en que casi todo mundo era dodger en las tierras hispanas beisboleras. Era la era cuando la Serie Mundial entre Dodgers y Yanquis paralizaban parcialmente la vida cotidiana de los países donde se suda y se vive el beisbol.

En ese tumulto que provocaba serios altercados entre dodgeristas y yanquistas se apareció aquella espectacular atrapada de Edmundo Amorós que preservó el triunfo 2-0 de la querida novena de Brooklyn en el clásico otoñal de 1955.

Aquel pequeño y talentoso guardabosque suplente cubano se encargó de prender la llama en la antorcha latina de los Dodgers que hoy, a 50 años de esa gesta, arde más que nunca en el pebetero del Dodger Stadium.

En esta temporada cuyo final está por venir, los Dodgers tienen en su seno a 16 representantes de Latinoamérica: seis dominicanos, cuatro venezolanos, tres puertorriqueños, dos mexicanos y un panameño.

Todos, sin excepción, han colocado su grano de arena para llenar los sacos que tratan de detener las embestidas de unas aguas turbulentas provocadas por las constantes lesiones.

 

La flama azteca

 

Óscar Robles y Elmer Dessens, han seguido en forma decorosa la huella imborrable de Fernando Valenzuela como representantes de México.

"Es importante contar con tantos compañeros latinos. Eso te da mucho más confianza. La verdad es que nos sentimos orgullosos de poner en alto en nombre de los países de uno, en mi caso, México", comentó Robles, minutos después de haber impulsado cuatro carreras por primera vez en las Mayores.

Con su bate y guante, el infielder tijuanense ha sido una grata sorpresa para los Dodgers que lo llamaron urgentemente de los Diablos Rojos de México, desesperados por las fisuras, producto de las lesiones.

Robles ha exhibido su talento defensivo con jugadas que para él son lo más natural… para otros son algo asombroso.

"Desde que llegué aquí me he preparado bien. Quería abrir muchos ojos, tenía hambre de jugar en las Ligas Mayores y no puedo perder esta oportunidad", agregó.

Por su parte, Dessens, ya veterano pitcher derecho, oriundo de Hermosillo, deja escapar su orgullo cuando se le informa el nutrido grupo de latinos en el equipo.

"La verdad que no me había percatado de eso. Pero sí, es bueno, porque estamos demostrando que en México se juega un buen beisbol y que podemos contribuir mucho", señaló.

 

Merengue a granel

 

Nunca antes se habían juntado tantos dominicanos en una sola temporada. Jamás se había escuchado tanto merengue en los altoparlantes del parque Chávez Ravine.

Uno de ellos, el zurdo Odalis Pérez, estandarte de consistencia, ahora diezmado por malestares en el brazo y el hombro, conocido por su franqueza sin adornos opina que:

"Es muy bonito jugar donde hay bastante latinos. Uno como veterano tiene la oportunidad de ayudar a los muchachos que no hablan inglés. Ojalá que en el futuro seamos más y que podamos seguir hablando en nuestro idioma".

Allá en su vestidor de siempre, situado a la entrada del club-house, Manuel Mota, el cacique no sólo de Quisqueya, símbolo y bandera de tantas dispersas y vehementes esperanzas de los latinos de los Dodgers no pierde la ocasión para sacar a relucir satisfacción.

"Es un orgullo y un gran privilegio. Es un reconocimiento al talento latinoamericano en las Ligas Mayores. Para mí es grato trabajar con ellos, orientarlos, aconsejarlos, el poder compartir con ellos es motivo de satisfacción", dijo el veteranísimo instructor de bateo, por mucho tiempo líder de imparables entre los bateadores emergentes y comentarista-entrevistador de la cadena radial hispana de los Dodgers.

"Siempre les hablo del trabajo, de la constancia para mantenerse saludable... De conducirse bien en un país extraño", agregó Mota, el hombre que se las ha ingeniado para llenar de juventud toda su vida. Uno de un puñado de peloteros que han sabido madurar su juventud sin marchitarla.

 

Venezuela presente

 

Con la enorme influencia bolivariana en las Grandes Ligas no es extraño que cuatro venezolanos formen parte de los Dodgers en esta temporada, Giovanni Carrara, uno de sus dignos representantes, da su punto de vista.

"Parece que estuviéramos en la liga de invierno con los mismos compañeros. Claro que es bueno. Hay mucha oportunidad de hablar en su idioma. Uno siempre tiene con quien hablar y vacilar. Eso ayuda bastante en todo sentido", dice el relevista derecho nacido en El Tigre, una población cercana a Barquisimeto, entrañable amigo y consejero de su coterráneo, el paracorto César Izturis.

"Es como mi hermanito menor", confía Carrara.

A tres tramos del vestidor de Carrara estaba Dioner Navarro, ese receptor novatito de quien los Dodgers esperan mucho.

"Es agradable jugar con peloteros del mismo país de uno. Poder comunicarnos en nuestro idioma es algo importante y ayuda muchísimo. Hay mucha química entre nosotros los latinos y eso influye mucho en el ánimo de todos", subraya Navarro, un jovencito de 21 años que se ha ganado la titularidad detrás del plato en las últimas semanas.

 

Bomba, plena, salsa

 

José Valentín, Ricky Ledee y José "Cheíto" Cruz, tres embajadores distinguidos de Borinquen, donde tres ritmos: la bomba, la plena y la salsa, bañan por todos los costados la Isla del Encanto, también engalanan el roster latino de los Dodgers.

Este trío de boricuas, con sus bates y guantes, que parecen llevar el compás del ritmo regional boricua, han hecho menos pesada la cruz que carga el mánager Jim Tracy en este desventurado 2005.

"Donde hay tanto latino hay más facilidad de desenvolverse, más confianza. Pero también tiene sus pro y contras", manifiesta Valentín, uno de los peloteros que ha sido más castigado por las lesiones que tienen al equipo al borde del caos.

 

¿Sus pro y sus contras?

 

El veterano tercera base puertorriqueño aclara:

"Es que a la hora de las bromas en español, uno debe ser conservador. Algunos muchachos no creen que varios americanos entienden el idioma y se destapan, a veces en el juego y en el dugout".

"Pero independientemente de todo eso, para mí ha sido un gran placer jugar ante tantos compañeros latinos. Gracias a Dios, mexicanos, dominicanos, venezolanos, de donde vengan, nos entendemos bien. El idioma nos une en las buenas y en las malas".

"Ha sido un año muy largo para mí, esa lesión de tres meses me afectó mucho. Pero con los muchachos aquí uno se relaja. Tenemos tiempo para compartir allá afuera. Salimos a comer juntos sin importar la nacionalidad [latina por supuesto]".

Con 12 años de deambular por las Mayores, Valentín subraya que esa experiencia adquirida en esa docena de temporadas las comparte con los novatos latinoamericanos.

"Cuando uno llega a cierta edad y madurez en este negocio, tiene la oportunidad de ayudar a los peloteros jóvenes. Yo lo hago con muchísima satisfacción, sin tratar de ser un líder. Así lo hicieron conmigo".

"Cuando las cosas andan mal, el idioma te da la confianza para despertar a los novatitos y encausarlos por el mejor de los caminos. A veces los muchachos necesitan una palmadita en la espalda para motivarlo y si es en el mismo idioma, eso les ayuda muchísimo más",

"La temporada no ha sido como yo la esperaba con los Dodgers, las lesiones me han impedido contribuir, pero en verdad he gozado a plenitud con mis compañeros latinos", puntualizó Valentín.

 


La eterna embestida

 

Los Dodgers establecieron un nueva marca de asistencia (165.770,718 fanáticos), un hecho de tal magnitud que ya fue reconocido y forma parte del libro mundial de récords Guinness.

Nadie duda que sin el aporte de aquel "Toro" que impactó en el beisbol a comienzos de los 80, la organización blanquiazul no disfrutaría de ese privilegio.

Valenzuela y su "Fernandomanía" acarreó a multitudes al Dodger Stadium. Aquellas embestidas del sorprendente astado de Etchohuaquila quedaron impregnadas de sangre, pero puramente beisbolera… y para siempre.

El famoso zurdo sonorense reacio a los honores personales, y esquivo a los halagos del poder recuerda con la sencillez que le caracteriza aquellas grandes jornadas.

"Creo que mi participación ayudó algo. Hubo mucho apoyo de la gente de Los Ángeles", recuerda Valenzuela, ahora flamante comentarista de la cadena radial latina de los Dodgers, que encabeza el laureado Jaime Jarrín y el mexicano Pepe Yñiguez, orgullo de El Roble, una población aledaña a Mazatlán, Sinaloa.

Entre las innumerables hazañas de Fernando resalta un juego sin hit ni carrera ante los Cardenales de San Luis. Fue un de 29 de junio de 1990, cuando los latinos entre los Dodgers se podían contar con los dedos de una mano.

"Habían pocos en aquel entonces. Bueno… sí llegaron, pero en temporadas diferentes. Tengo muy presente a Alfredo Griffin, Juan Samuel, Pedro Guerrero, a Alejandro Treviño. Ah... y a Pepe Frías, en los primeros años", rememora.

Precisamente en la culminación de su obra maestra de hace 15 años, varias figuras latinas estuvieron involucradas, Fernando las vive como si ocurrieron ayer.

"Fue una bonita coincidencia. Griffin, Samuel y yo en el medio. Es un bonito recuerdo. Por mera casualidad Guerrero fue el último out y yo desvié su rola hacia Samuel. Allí acabó todo y conseguí el no hitter", dice Valenzuela con la mirada perdida en las tribunas vacías, una mirada que delata una satisfacción, que siempre trata de esconder.

 

 

 

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