miércoles, 15 de diciembre de 2010

Comprensión y tolerancia

 

Enrique Galván-Duque Tamborrel
enero / 2005

 

"Tolerancia: virtud difícil, pues el primer movimiento,
y aún el segundo, es de odio hacia el que no piensa
como nosotros".  (
Querien Vangal)

 

 

Cada vez que en la vida se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte de nuestros semejantes, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene nuestra conversión interior.  En un simple examen de conciencia nos damos cuenta de que hemos cometido iniquidades, así como de que se nos han hecho cosas malas, pero, constantemente, nuestra conciencia nos dice cómo tenemos que aprender a ser comprensivos, tolerantes y pacientes, de cómo nuestro corazón tiene que irse transformando para ser congruente, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios. Así como es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

Nuestros principios básicos nos hablan de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar.  Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del espíritu una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros errores y nuestro alejamiento de Dios vienen porque, en el fondo de nuestro espíritu, no existe un auténtico amor a la verdad!  Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas.  Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el espíritu tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que la ética me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y tu Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra superación.

"Con la misma medida que midáis, seréis medido". Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la superación de tu espíritu en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu espíritu.

Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que El quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro de nuestro espíritu una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda del  Evangelio: "¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!". También es muy seria la frase de Cristo: "Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?".

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en nuestra vida. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: "Dad y se os dará". Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su espíritu y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide nuestra vida. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de nuestra vida un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Dios: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nos quiera dar para nuestra superación personal.

 

Todos estamos llenos de debilidades y errores; perdonémonos recíprocamente nuestras tonterías: ésta es la primera ley de la naturaleza…. Soy partidario de la tolerancia, ese sagrado derecho natural, baluarte de la verdad, y que es lo más importante de todo para el falible ser humano.

 

 

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