martes, 14 de diciembre de 2010

La vida en casa ajena

 
Querien Vangal
junio  2005


Miles de mujeres limpian la casa de otros, cuidan hijos que no son suyos y no cuentan con garantías por su trabajo

Salen de su casa temprano y abordan un autobús. A través de las ventanas van viendo el cambio en el paisaje: de las zonas populares del sur y el este de Los Ángeles, mientras se dirigen hacia los elegantes barrios residenciales del lado oeste de la ciudad. Entran a un mundo que no es el suyo, pero que de alguna manera les pertenece: ellas limpian esos muros, lavan esas cortinas, cocinan, friegan, arreglan, sirven. Son trabajadoras de casa, que encuentran en el servicio a los otros la única manera de sobrevivir.

Los Ángeles es la ciudad con el mayor número de trabajadoras de casa en Estados Unidos. De acuerdo con un texto publicado por la Pierrette Hondagneu-Sotelo, del departamento de sociología de la Universidad del Sur de California (USC), en nuestra ciudad son 100 mil las mujeres que limpian casas ajenas, lavan la ropa de otros y cuidan hijos que no son suyos. De ellas, el 70% son latinas.

Aunque no se habla mucho del tema, casi cada uno de los habitantes de Los Ángeles conoce a una mujer que ha pasado por esa situación: llega por primera vez al país, no conoce a nadie, no domina el idioma y no encuentra quién la ayude. Entonces empieza a limpiar casas.

Araceli Ruiz, originaria de Centroamérica, vivió esa experiencia. Decidió venir a Estados Unidos para ahorrar dinero y poder construir una casita. Aunque en su país de origen cuenta con un título de maestra de primaria, pronto descubrió que aquí su única opción era dedicarse a la limpieza.

"En una ocasión tuve que trabajar para un veterano de guerra, un hombre inválido", relata. "Me pagaban 30 dólares diarios por trabajar ocho o 10 horas, y tenía que limpiar todo, ya se imaginará. Pero necesitaba el dinero", comenta. "A veces te insultan en inglés, creyendo que no les vas a entender, y algunas compañeras aguantan porque creen que no les queda otra opción".

Araceli ha estado fuera de su país por 12 años, el mismo tiempo que lleva sin ver a sus padres.

Los hijos de otros

Una de las principales labores que realizan las trabajadoras de casa en Estados Unidos es el cuidado de niños, y no son pocas las familias que abiertamente reconocen que las mujeres latinas son las mejores para desempeñar esa función.

Según datos presentados en el documental Maid in America de Anayansi Prado, el 40% de estas mujeres tienen al menos un hijo en su país de origen. Tal es el caso de Juana Nicolás, quien dejó a su pequeño de 12 años en México para venir a Estados Unidos.

Juana trabajó durante algún tiempo para una familia con un niño al que cuidaba y atendía con cariño, aunque sus empleadores no le pagaban ni el salario mínimo. "Venimos a ser madres de otros niños, pero eso el empleador no lo valora", comenta.

Juana cargó al niño hasta que éste tuvo 5 años de edad, por lo que se lastimó la espalda. "La mamá no lo tocaba, así que tal vez yo quise ocupar ese espacio vacío", recuerda. Cuando pensando en su salud finalmente decidió renunciar, el niño corrió por su alcancía y le dijo: "Si te rompo mi cerdito, ¿te quedas?".

Juana llegó hace ocho años; ese es el tiempo que tiene sin ver a su propio hijo, hoy de 20 años de edad.

Rosalba, otra mujer originaria de México, vino por una situación diferente. Cuando su hijo mayor tenía 5 años le diagnosticaron cáncer de estómago. La familia lo vendió todo y viajó a la capital para que el niño recibiera atención médica, pero el dinero seguía faltando. "Todos te dicen que aquí sí hay trabajo, que es mejor, pero no siempre es cierto. Es difícil encontrar un lugar en donde te respeten y en donde ganes bien", comenta.

Esclavitud moderna

Para Juana, lo que ocurre con las trabajadoras de casa es como una esclavitud moderna. "El patrón siente que te compra, cree que eres parte de su propiedad", asegura. "Yo trabajé en una casa donde no tenía un espacio para mí; dormía en la sala, en el rincón de los juguetes; sólo miraba las páginas del calendario para ver cuándo podría salir".

Pero la necesidad era más grande. "Me midieron a través del dinero, porque me ofrecían un poco más por trabajar en mi día de descanso. Y por 50 dólares me quedaba hasta el domingo, sin saber lo que era un pago de tiempo extra o en día festivo", recuerda. Además, se encariñó con el niño que cuidaba, "así que al control económico se sumó el chantaje sentimental", reconoce.

El salario promedio de una trabajadora de casa en Los Ángeles es de 5.00 dólares por hora. No cuentan con seguro médico, con un fondo para el retiro o con una compensación por accidente. Y aunque el tema se ha empezado a abordar en algunos foros y existen propuestas para la creación de una ley que las proteja, muchas de ellas aún son tratadas en condiciones que, efectivamente, remiten a la esclavitud.


  Lucha por la justicia      

Minerva regresaba de trabajar limpiando casas cuando, esperando el autobús, dos autos chocaron y la arrollaron. Perdió ambas piernas y ninguno de sus empleadores le ofreció ayuda. Hoy, ella y su hijo de 10 años tienen un futuro incierto.

La situación por la que atraviesan las trabajadoras de casa debido a la falta de beneficios y a la nula protección de sus derechos llevó a algunas de estas mujeres a organizarse para pelear por lo que les corresponde.

"Llega un momento en el que el miedo y el coraje los tienes que convertir en valor", señala Juana Nicolás, líder del Proyecto de Trabajadoras de Casa que se desarrolla al seno de la Coalición de Los Ángeles para los Derechos de los Inmigrantes (CHIRLA).

A través de pláticas, cursos y distribución de folletos, este movimiento ha reunido a cerca de 175 trabajadoras de casa que se promueven la defensa de sus derechos, aún si tienen una situación migratoria irregular. Al mismo tiempo, impulsan la elaboración de un proyecto de ley, con el apoyo de la asambleísta Cindy Montañez, para obtener beneficios y un salario justo.

"Hemos tenido reuniones con mujeres que trabajan en casa en Los Ángeles y en todo el estado", comenta la legisladora. "Muchas trabajan 12, 15, 18 horas al día y les pagan sólo ocho horas. Hemos tenido en la oficina historias de mujeres que trabajaban por uno o dos dólares la hora", señala.

Después de su accidente, Minerva se enteró del Proyecto de Trabajadoras de Casa y decidió unirse. "Aunque yo sé que ya no voy a poder trabajar en eso, todavía me siento parte de ellas", comenta. "En este trabajo uno pone todo su empeño, pero si pasa algo, no tiene un seguro médico, una compensación, nada. Pueden pasar 20 años y el día que ya no te necesitan sólo te dicen adiós y te quedas sin nada", señala.

Un año y varias cirugías después, Minerva empieza a caminar con la ayuda de prótesis. Sin embargo, las cuentas del hospital llegan y no hay quien responda por ella. "Mis patrones me decepcionaron, simplemente se dieron la vuelta", comenta. "A una señora con la que ya llevaba tiempo trabajando le he hablado, pero siempre me dicen que no puede contestar el teléfono".

La ley en la que trabaja este grupo será presentada como la Proposición 1441 y pretende establecer las jornadas de trabajo de ocho horas, así como el pago de tiempo extra, un seguro médico, un seguro de desempleo, compensación por accidentes de trabajo y algunas medidas para evitar la discriminación.

Aunque sabe que no será fácil, Montañez se encuentra optimista sobre la aprobación de esta ley, que podría presentarse a más tardar el próximo año. Minerva, por su parte, está estudiando inglés y computación con la esperanza de conseguir un empleo. Y confía en que su experiencia ayudará a otras compañeras.



 


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