miércoles, 15 de diciembre de 2010

Con tortillas también se triunfa

 
 
Enrique Galván-Duque Tamborrel
Febrero / 2005
 

La perseverancia es al valor lo que la rueda a la palanca;
es la renovación perpetua del punto de apoyo.


A finales del año pasado, recibí la agradable visita de un viejo amigo que ahora radica en el sur de California, EE. UU.  El se dedicó toda su vida activa a la construcción, al principio en México y después en EE. UU. –actualmente ya está retirado y vive plácidamente de los intereses que le generan algunas inversiones--.  Al calor de una amena plática llena de reminiscencias me platicó la historia de un amigo (de él), llamado Robert W. García,  a quien asesoró en algunas construcciones allá en California.

Cuando Robert W. García, uno de los empresarios hispanos más exitosos de Silicon Valley, comenzó a distribuir "tortillas chips" hace 20 años, no se imaginó que ganaría millones de dólares con este negocio.  Hoy, no sólo vende sus diferentes productos de ingredientes naturales y orgánicos en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Alemania, sino que cuenta con tres plantas de producción en San José, Tampa (Florida) y Lincolnton (Carolina del Norte).

Después de años de trabajo y múltiples viajes, García —de padres puertorriqueños— quería hacer su vida más placentera, "trabajar tres días a la semana, jugar golf tres días y pasar un día en casa".  Con ese fin, en 1984 inició su compañía de distribución en la industria alimenticia con la idea de que iba a ser una pequeña empresa local.

Uno de sus primeros clientes fue el supermercado Nob Hill. Un día le dijeron que ya no podía seguir con ellos porque sólo le distribuía a una tienda y, a menos que lo hiciera con todas, no podía permanecer.  Entonces, García se dijo a sí mismo que podía hacerlo sin saber que una de ellas estaba ubicada en Livermore.  Al hacer ese recorrido vio otros supermercados como Alpha Beta, empresa que le dio la oportunidad de distribuir a sus 11 locales, uno de ellos en Napa.

En menos de dos años no sólo estaba trabajando siete días a la semana distribuyendo personalmente sus productos de un punto a otro, sino que contaba con un grupo de choferes para cubrir gran parte del norte de California.

En aquel entonces, una compañía al sur del estado elaboraba "tortillas chips".  Una vez, al ordenar el envío de sus productos a varias bodegas, la persona con la que trataba le dijo que sólo le podía enviar dos camiones y que no iban a poder hacerle más tortillas por seis semanas porque habían olvidado ordenar el filme para imprimir las envolturas.

"Siempre he creído que si llegas tarde a una tienda, te señalarán con el dedo. Si te retrasas un día, se enojarán mucho, y si pierdes una semana, se olvidarán de tu nombre", le  señaló García, ahora convertido en presidente y director ejecutivo de R.W. García.

En 1986 decidió empezar su propia planta de producción para tener un mejor control. Reconoció que, sin tener idea de cómo hacer "tortillas chips", compró su primer equipo en Philadelphia y regresó rápidamente a San José en busca de un local.  Un día le comentó: "Fui ingenuo al creer que las máquinas traerían un cordón para conectarse a la pared y pasé los siguientes seis meses colocando todo el equipo sin contar con un manual", dijo el empresario, cuya esposa, Margaret García, es vicepresidenta de ventas y mercadeo.

Por lo titánica que resultaba la labor —lamentaba haber terminado con una uña torcida—, se prometió a sí mismo que "jamás abriría otra planta de producción".

En diciembre de ese año invitó a amigos y familiares a inaugurar la planta con el deseo de hacer él mismo las primeras "tortillas chips", pero el resultado fue un desastre.  Siete horas más tarde logró hacer la primera bolsa, pero los invitados se habían ido hambrientos y sin celebrar.

Después de dos años de arduo trabajo, la empresa comenzó a tener excelentes ventas y se mudó a una nueva sede de 40 mil pies cuadrados.  Sin embargo, no encontrarán el nombre de R.W. García en la mayoría de los supermercados, ya que cerca del 70% de su producción lleva etiquetas privadas (para las grandes cadenas de supermercados) y el resto bajo su nombre con las líneas García Lo's (bajas en carbohidratos), Salad Eatos, Big Bags y Classic.

En 1996 abrió una segunda planta de producción de 30 mil pies cuadrados para satisfacer su mercado nacional e internacional. Una vez más, "me dije a mí mismo que absolutamente jamás abriría otra planta", recalcó.  Sin embargo, el crecimiento de su compañía lo obligó abrir la tercera planta de 60 mil pies cuadrados en septiembre de 2004. Por lo que ahora prefiere decir que "quizás no vuelva a abrir otra".

A pesar de sus múltiples reconocimientos como la Persona del Año 2004 por la Administración de Pequeños Negocios (SBA) y que en 2005 espera lograr 20 millones de dólares en ventas, Robert García no se considera un modelo a seguir, sino "un individuo muy afortunado que abrió su empresa en el momento adecuado", pero, según mi amigo, y que fácilmente se detecta, es el clásico ejemplo de la perseverancia.

 

 

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