martes, 14 de diciembre de 2010

La trampa de la Cuaresma


Enrique Galván-Duque Tamborrel

Abril / 2005

 

 

Se acaba la Cuaresma y me da miedo, porque es una trampa donde yo he caído muchos años y lo peor es que son muchos los que también han caído en la misma, sobre todo adolescentes y jóvenes que han seguido el ejemplo de sus mayores.

No ha sido maldad, sino ignorancia, presión religiosa social: se hacía y se hace así y tiene que seguir igual; y falta de madurez y de vivencia de mi parte, del cristianismo auténtico, fundado, de modo privilegiado, en el evangelio.

"Cuaresma", y me venía a la mente, a mi recuerdo, a mis imágenes, a mi sensibilidad: flagelación, penitencia, cilicios, ayunos y abstinencias por los pecados cometidos y para evitarlos en el futuro.  Mortificaciones, recuerdo atormentador de tus pecados.  Miedos, angustias y susto al borde del abismo del infierno.  Procesiones penitenciales, empalados, encadenados, hasta crucificados, costaleros penitentes, nazarenos con cruces pesadas, tamboreadas de dolor y de arrepentimiento y más y mucho más, porque en cada pueblo y cultura hemos traducido a nuestra manera una cuaresma que nos han predicado en cientos de años más o menos, de rigor, con tremendismos espeluznantes, oliendo ya a azufre y las llamas saliendo del averno.

Me la han predicado mal y lo malo, como decía antes, es que yo también la he predicado con esos matices en mi vida de presunto cristiano.  Ahora, viejo, estoy de vuelta de tantas cosas, que comprendí mal y me contagié de costumbres pseudo-cristianas, llenas de superstición y fetichismo.  T ahora, a la altura de más de 75 años, lo estoy viendo de distinta forma y manera, intentando llenar en "odres nuevos" el "vino nuevo", por la fuerza del espíritu.  

Algunos reaccionarán con indignación ante esta presentación de la Cuaresma.  Pero si tienen tiempo, emplazo a cualquiera, a que busque "Sermones cuaresmales" de predicadores de los siglos XIX y XX y nos presente solo aquellos párrafos donde lo que yo retrato sobre el carácter y contenido de la Cuaresma, que se ha predicado, es sólo sombra de las expresiones de terror y de miedo que quieren infundir en los fieles escuchantes "para que se arrepientan y se conviertan" con una buena confesión, sin dejarse ningún pecado, porque el infierno les acecha.

Se acabó la Cuaresma.- Todos tenemos mucho que barrer.  A todos, incluso a los santos, ---pues eso confiesan en sus escritos---, nos duelen nuestras infidelidades a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, y sentimos dolor, miedo o temor de Dios por la condenación eterna en la que hemos incurrido.  Eso que nos explicaron, lo del dolor de atrición.

Otros llegan a dolerse por un amor grande al mismo Dios ofendido, y que nos enseñaron a llamar a esa actitud, dolor de contrición: "… que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.  No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero, no esperará, lo mismo que te quiero, te quisiera."

En nosotros se despiertan, al ponernos frente a nuestro pasado oscuro, de modo especial durante el tiempo de Cuaresma, se despiertan, repito, sentimientos de culpabilidad en mayor o menor grado y de un vago y ambiguo pesar, sintiendo disgusto de cosas pasadas.

Pero pocos hay con ese convencimiento de la nueva vida que Jesucristo nos ha ganado para que la vivamos aquí y ahora ¡YA!  No recordáis las palabras de Jesús, cuando en la sinagoga acabó de leer un texto del profeta Isaías (61, 1-2): "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír".   Después de la barrera de la muerte, la viviremos en plenitud.

 

La Cuaresma es sólo mediación, es sólo puente.  No nos quedemos en el puente, que es sólo paso para llegar a la otra orilla.


 

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